martes, agosto 10, 2010

Articulo publicado en el Diario El Comercio

Cuando la tecnología se vuelve un vicio

 MCT Ilustraciones
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Andrea Rodríguez Burbano
tecnología@elcomercio.com
Reportaje de la semana domingo 08/08/2010 
 
 
Perdió el semestre de la universidad por dedicarse a los juegos de video. Jugaba desde la noche hasta la madrugada y dormía hasta el mediodía.

Aníbal lo hizo rutina. Desplazó sus obligaciones académicas a un segundo plano.

Su apego a los juegos afectó sus relaciones familiares, sociales y sus estudios universitarios.

Habla de la soledad que sintió cuando sus amigos ya no querían quedarse jugando con él y de las amistades virtuales que forjó cuando jugaba en Internet y en las clásicas consolas.

“Solo pensaba en qué nivel me había quedado o en las imágenes qué aparecerían en el juego en línea. Ya no asistía a las reuniones familiares”.

Le costó reconocer ante un especialista, al que acudió ante la insistencia de su familia, que los videojuegos ocupaban la mayor parte de su tiempo.

“Ahora es esporádico, prefiero no jugar. De todos modos sé que es una actividad recreativa y con amigos. No le dedico más de una hora a la semana y solo si es que no hay otro plan”.

Esta adicción a los videojuegos está incluida en el trastorno de control de los impulsos.

Paula Vernimmen Aguirre, médica psiquiatra, especialista en adicciones, define estos trastornos como la pérdida de control sobre la propia conducta en el uso del Internet, por ejemplo.

Algunos síntomas son el deseo irrefrenable de conectarse todo el tiempo y el deterioro de las relaciones sociales.

Son personas que pasan horas frente a la computadora, en la consola de videojuegos, sin poder desprenderse de las redes sociales, los mensajes instantáneos, las salas de chat.

“Duermen poco y mal y algunos postergan la hora del almuerzo y la cena. Otros prefieren comer frente al teclado que en la mesa familiar”.

Lo importante es saber cuando el deseo por jugar o por conectarse a la Red es difícil de controlar. Cristóbal, analista de sistemas, perdió el control desde el momento en que decidió prolongar sus horas de trabajo frente a la computadora.

“Aparte de tener que estar en las computadoras por motivos de trabajo, me metía en foros de todo tipo: deportivos, políticos, de música. Creaba nombres ficticios a veces en un mismo foro. Para participar empleaba cuatro nombres y a veces discutía conmigo mismo”.

Se obsesionó con los que no estaban de acuerdo con él y los consideraba enemigos.

Llegó al extremo de investigar la vida de quienes consideraba le atacaban en los foros virtuales.

“Me quedaba despierto hasta de tarde pensando en cómo podía responder los mensajes”.

La mayoría de sus colegas viven con la tecnología y no son dependientes. “Yo fui desarrollando esa enfermedad”.

Necesitó la ayuda de un psiquiatra y se sometió a todo el tratamiento. No cambió de profesión. Su reto es cumplir con su trabajo y no permanecer más tiempo conectado.

“No importa cuanto tiempo estoy en la máquina sino cómo utilizo ese tiempo. Sé que lucharé toda mi vida contra esto”.

Paula Vernimmen advierte que el tratamiento para las personas con adicción a la tecnología no contempla el uso de medicamentos. La especialista pide a sus pacientes que elaboren un registro escrito de cuánto tiempo dedicaron a navegar, a chatear, a jugar en línea y qué dejaron de hacer por mantenerse tanto tiempo conectados.

Este registro lo lee en presencia del paciente. El propósito es que asuma que tiene dificultades para desligarse de su actividad.

No solo tiene que reconocer el problema, también es crucial que identifique qué factores influyen en el uso no controlado de Internet. El reto es reaprender a realizar un uso moderado.

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